lunes, 11 de junio de 2007

Juicio y crucificción de Jesús



Según Juan (18,13-24), primero le condujeron ante Anás, suegro del máximo sacerdote Caifás, para un interrogatorio preliminar. Los sinópticos no mencionan este incidente, sólo relatan que Jesús fue conducido al consejo supremo de los judíos, el Sanedrín, donde Caifás pidió a Jesús que declarase si era “el Mesías, el hijo de Dios” (Mt. 26,63). Por esta afirmación (Mc. 14,62), el consejo le condenó a muerte por blasfemia, pero como sólo el procurador romano tenía poder para imponer la pena capital, el viernes por la mañana condujeron a Jesús ante Poncio Pilatos para sentenciarle. Antes del juicio, Pilatos le preguntó si era el rey de los judíos, Jesús contestó: “Tú lo has dicho” (Mc. 15,2). Pilatos intentó varios recursos para salvarle antes de dejar la decisión final en manos de la muchedumbre. Cuando el populacho insistió en su muerte, Pilatos (Mt. 27,24) ordenó su ejecución. El papel real de Pilatos ha sido muy debatido por los historiadores. La Iglesia antigua tendió a culpar más a los judíos y a juzgar con menos severidad al gobernador romano.

Jesús fue llevado al Gólgota y crucificado, que era la pena romana para los criminales y los delincuentes políticos. Dos ladrones fueron también crucificados con él, uno a cada lado. En la cruz, sobre la cabeza de Jesús escribieron su acusación: “este es Jesús, el rey de los judíos” (Mt. 27,37). Al caer el día, su cuerpo fue descendido, y como estaba cerca el shabat (día festivo de los judíos), tiempo durante el cual no estaba permitido el enterramiento, fue rápidamente depositado en una tumba cercana por José de Arimatea (Jn. 19,39-42 relata que Nicodemo ayudó a José).

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